Si nunca antes has acudido a uno y te lo andas pensando, deja que te demos nuestra visión: No tienes que acudir a un taller o a un curso de escritura para ‘aprender a escribir’.
Muchos escritores de renombre llegaron a serlo sin pisar nunca un taller de escritura…
Otros autores y autoras que conocerás, sin embargo, llegaron a dar forma a sus novelas y relatos tras acudir a este tipo de formaciones (Chuck Palahniuk -autor de El club de la lucha– o Raymond Carver escribieron sus primeras obras tras acudir a cursos de escritura creativa y Hebe Uhart, una gran autora argentina de relato corto, se pasó toda su vida impartiéndolos).
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Debería cursar un taller de escritura o no? Pues depende. ¿De qué depende? Depende de ti.
Hay escritoras y escritores que piensan que el único modo de aprender a escribir es leyendo obras de otros autores. Y sí, leyendo se aprende mucho. Tarantino aprendió a hacer cine dándose atracones de películas de todo tipo de géneros. Pero la cosa no va de leer únicamente.
La cosa va de desarrollar un criterio estético y una mirada crítica capaz de hacerte ver cuáles son los recursos que otros antes que tú utilizaron en sus obras. Recursos que funcionan. Si dispones de esa capacidad de análisis y encajas en el cliché del escritor o la escritora solitaria que no acepta que nadie le aconseje cómo debe escribir, entonces las formaciones en escritura creativa no son para ti.
Si, por el contrario, eres una persona abierta al aprendizaje en grupo, que está dispuesta a que le orienten para ir forjando esa mirada necesaria, y prefieres que te ofrezcan una formación sistematizada, en la que puedas ir aprendiendo toda esa gama de recursos de manera ordenada, (porque alguien antes que tú ha estado haciendo todo ese trabajo de análisis), entonces sí: Deberías acudir a algún curso como los que os presentamos aquí.
En este sentido, los escritores de este lado del charco y los del otro lado vemos las cosas de un modo bien distinto. Mientras en Estados Unidos sí que existe la tradición de formarse en creación literaria y narrativa, a través de planes de estudio de centros públicos o privados, aquí en Europa seguimos teniendo una concepción más ‘romántica’ sobre la figura del escritor, como aquella persona a quien las musas le soplan en la oreja lo que debe escribir.
Es por ello que el sector editorial o el ámbito de los guionistas y escritores está mucho más profesionalizado allí (tienen numerosas asociaciones y hasta sindicatos que velan por que estos cobren como los profesionales que son, ¿te imaginas?). Allí saben que el mundo editorial, al igual que el del cine, es una industria. Y que, como tal, necesita de profesionales formados en la materia.
Por supuesto que llegar a ser un profesional es algo que dependerá, sobre todo, de ti y de tu trabajo. No nos gustan las escuelas que prometen hacer de ti un best seller, simplemente porque nadie puede prometerte eso. Y quien te lo diga lo contrario, pues… desconfía.
Lo que sí te da un curso de escritura
- Estructura: Saber estructurar una historia es básico, tanto para quienes quieren seguir los esquemas clásicos, como para quienes quieren ‘romper’ estas estructuras.
- Recursos teóricos: Escribir es una técnica, no una ciencia. No existen leyes inmutables para escribir, pero existen gran cantidad de directrices que pueden ayudarte a dar una forma muy concreta (y que funcione) a las ideas que te rondan la cabeza.
- Propuestas prácticas y disparadores: Con los que poner a prueba los conocimientos teóricos y que, en la mayoría de los casos, pueden servir para desbloquearnos a la hora de escribir.
- Motivación: Y esto es imprescindible para quien quiera escribir. La herramienta que más a mano debe tener un escritor o una escritora es la fuerza de voluntad y la constancia. Y, al fin y al cabo, un taller de escritura lo componen un grupo de personas con tus mismos intereses, que se retroalimentan y se nutren mutuamente.
Cuestión de principios
Gianni Rodari, pedagogo y escritor italiano, fue quien dijo aquello de que no es que hubiera que ofrecer enseñanzas artísticas para que todos fueran artistas, sino para que nadie fuera un esclavo.
Una idea muy similar a la de uno de nuestros autores de referencia:
“La realidad es una experiencia tremendamente ficcional. No creo que tengamos opción de elegir si vivimos o no en una ficción. La opción es en la ficción de quién queremos vivir”
Alan Moore, escritor y guionista de cómics
Aprender a narrar, a usar las palabras, a contar historias, no es sólo un hobbie artístico, es una manera de reivindicar tu forma de ver el mundo. Es saber usar algo tan elemental e importante como el lenguaje para evitar ser manipulados/as por las historias de otros. Aprender a escribir va de hacerse un hueco en el mundo y de desarrollar tu propia voz. Ése es nuestro objetivo, que no es poca cosa.
Todo ello, si puede ser, acompañados/as. Ayudándonos, aconsejándonos y escuchándonos entre nosotros. Piensa que el nombre de nuestra escuela (STORYVILLE) se lo pusimos en homenaje a aquella reunión en la Villa Diodati, en 1816, que vio nacer a dos de los grandes arquetipos de la literatura de terror: el vampiro de Pollidori y el monstruo de Frankenstein de Mary Shelley.
Porque ése es el espíritu que tratamos de recrear en nuestros talleres: el de un grupo de amigos que se reúnen, alrededor de un fuego, para contar historias inventadas por ellos mismos.